CORRIDOS ZAPATISTAS
INAH SEP
Sello: INAH-SEP INAH-26, LM2E-208 Publicado: 1984 |
País: México Género: Corrido |
Info:
Corridos Zapatistas
Carlos Barreto Mark
Disco 26 INAH
Corridos de la Revolución vol. 2
La Revolución Zapatista
Desde la época colonial, en los valles de Amilpas (Cuautla) y Cuernavaca existieron graves conflictos entre las comunidades campesinas y las grandes haciendas azucareras, las que, además de apoderarse de las tierras comunales de los pueblos, privaban a éstos de sus medios de subsistencia y los obligaban a trabajar en las labores más arduas. Este estado de cosas se agravó en siglo XIX, sobre todo a partir de las Leyes de Reforma, que convirtieron las tierras comunales en parcelas y propiciaron que los hacendados se apoderaran de ellas.
Los conflictos entre comunidades y hacendados se recrudecieron durante el Porfiriato; en este periodo se implementaron las Leyes de Colonización de Tierras Baldías, que proporcionaron armas supuestamente legales a los hacendados para usurpar las pocas tierras que aún poseían las comunidades.
Del centenar de pueblos campesinos que había en el estado de Morelos en 1910, no existía uno solo que no estuviera envuelto en un disputa legal con alguna de las haciendas de su contorno. Las comunidades de Morelos siempre estuvieron a la defensiva con sus reclamos y luchas, ya que únicamente pretendían ajustarse a niveles de supervivencia e intentar que los cambios propiciados por la industrialización en las haciendas azucareras no las afectaran tanto, por ello antes de la Revolución, a los ojos de hacendados y funcionarios del gobierno porfirista, los campesinos de Morelos aparecían como enemigos del progreso, pues se oponían a la acelerada industrialización del campo: con ella se propiciaba el aumento de la riqueza de las élites a costa del empobrecimiento de sus pueblos.
Zapata nació en agosto de 1879. A los dieciocho años participaba ya en la defensa de los intereses de su pueblo, Anenecuilco, que tenía el problema de colindar con las tierras que supuestamente pertenecían a las haciendas de Coahuixtla y el Hospital. Esa colindancia hizo que se repitieran constantemente los despojos de tierra, pues los hacendados siempre eran apoyados por jueces corruptos y aun por los mismos gobernantes, que también eran hacendados. Ante esa intolerable situación Emiliano Zapata, encabezando a los principales de su pueblo, fue a Cuernavaca, la capital del estado, en busca de justicia que le fue negada. Indignado, exhortó a los pobladores de Anenecuilco a defender sus tierras con las armas en la mano. La actitud de rebeldía de Zapata alarmó e indignó a los hacendados, y de manera muy especial al gobernador del estado (el hacendado Manuel Alarcón), quien recurrió al sistema de “leva” para eliminar a un incipiente enemigo político.
En el año de 1908 Zapata llegó a la capital del estado en calidad de recluta del Noveno Regimiento de Caballería, donde permaneció alrededor de seis meses. Se dice que gracias a la intervención de Ignacio de la Torre, propietario de la Hacienda de Tenextepango, quedó libre de este servicio.
Para estas fechas el ambiente político del estado se encontraba más que caldeado con motivo de la renovación de los poderes del Ejecutivo estatal, ya que se preparaba la elección del nuevo gobernador después de la muerte de Manuel Alarcón. Por una parte se presentaba “la candidatura oficial” del coronel Pablo Escandón, dueño de la Hacienda de Atlihuayan, apoyada por los hacendados de la región y Porfirio Díaz; por otro lado estaba el candidato de oposición Patricio Leyva, a quien apoyaba el pueblo de Morelos. Naturalmente, Zapata y sus compañeros apoyaron a Leyva, a sabiendas de que perdería y de que todo esfuerzo sería inútil en contra de la voluntad del “gran dedo”.
Después de que la dictadura derrotó a los leyvistas, éstos aprovecharon la situación para formar un grupo numeroso de disidentes en donde participaban Pablo Torres Burgos, Zapata y otros morelenses que llegado el momento apoyarían el movimiento revolucionario de Francisco I. Madero en contra de Porfirio Díaz.
El grupo de disidentes leyvistas jefaturado por Pablo Torres Burgos se levantó en armas en marzo de 1911, fecha en que se reunieron en Villa de Ayala al grito de ¡Viva Madero! Pocos días después tomaron la plaza de Jojutla; en ese lugar Torres Burgos se separó del grupo por una serie de diferencias e intentó regresar a la Villa de Ayala; muy cerca de allí, las tropas gobiernistas lo atraparon y lo mataron. A la muerte de Torres Burgos, Zapata asumió el mando de las fuerzas revolucionarias y se convirtió en el jefe.
El sitio y la toma de la histórica ciudad de Cuautla fue la primera acción de guerra que le daría notoriedad a nivel nacional y fuerza política a nivel regional al entonces jefe principal de los maderistas morelenses: Emiliano Zapata.
La plaza de Cuautla estaba defendida por la policía de la localidad, por un cuerpo de policía rural y sobre todo por lo más selecto del ejército porfirista: el famoso Quinto Regimiento, también llamado “Quinto de Oro”, al mando del coronel Eutiquio Munguía.
El 13 de mayo se abrió fuego sobre la ciudad de Cuautla y después de seis días de furiosos combates cayó el último reducto del régimen porfirista en el estado de Morelos; la plaza fue evacuada el día 20 de mayo de 1911. Este hecho se conserva en la memoria popular a través de un corrido compuesto por don Marciano Silva –El Cantor del Sur–, que dice así:
El Quinto de Oro
Lo que es el Quinto Regimiento nunca pierde, no,
decían los de ese Batallón,
cuando a Morelos dispusieron los rebeldes
sitiarlos en la ocasión.
Sobre las torres y azoteas se veían alegres,
haciendo alarde de instrucción,
porque pensaban que entrarían pero muy breve
toditos en montón.
Nosotros somos disciplinados,
decían con grande satisfacción,
no pistoleros como estos vagos
guamuchileros sin instrucción.
Nosotros somos condecorados,
los más valientes de la nación
y el azote de los malcriados
que se han lanzado a la rebelión.
Lo que es aquí no se pasean
como allá en Chiautla, no
con música y fina atención;
porque los hombres que defienden
esta plaza, son de purito León,
lo que es aquí con la ametralladora basta
para hacerles su recepción,
y si no corren ya verán lo que se sacan
los indios en la ocasión.
Pobres pelones, tal vez pensaban
que aquí los indios iban a huir,
nomás al ver relumbrar las armas
o al oír los toques de su clarín;
pobres pelones del Quinto, vayan
y cuenten a otros que por aquí
nomás tres piedras, porque la fama
que hay en Zapata no tiene fin.
Era imposible que perdieran nombre y fama, no,
los rebeldes de esta región,
porque llevaban a la reina soberana, sí,
de nuestra fiel nación;
por eso siempre cuando entraban en campaña, sí
decían con grande veneración:
¡Viva la Patria! ¡Viva la Guadalupana!
y ¡Muera la reelección!
Adiós el Quinto de Oro afamado,
mi pueblo llora tu proceder,
pues prometiste el ampararnos
y al fin corriste, ¡qué hemos de hacer!
en otras partes habías triunfado,
pero aquí en Cuautla no sé por qué
los calzonudos te corretearon
porque con ellos tan sólo tres.
Es evidente que en un principio los contingentes zapatistas establecieron su lucha revolucionaria en un nivel muy regional, pero esta lucha, por lo que significaba nacionalmente, tanto para los campesinos como para otros sectores, permitió que se fueran integrando a ella comuneros, peones de hacienda, arrieros, artesanos, pequeños agricultores y asimismo otros grupos políticos disidentes. A pesar de esto en las tropas revolucionarias zapatistas predominaban los campesinos, que vivían en la ambivalencia: cultivaban sus campos para poder sobrevivir y al mismo tiempo participaban en la lucha.
Zapata personificó la lucha de pueblos y comunidades campesinas en contra de las haciendas e ingenios azucareros. Se unió a la lucha maderista atraído por el artículo 3⁰ del Plan de San Luis; sin embargo, a causa de las traiciones y malos entendimientos que surgieron durante el interinato de Francisco León de la Barra, Zapata acabó rebelándose contra Francisco I. Madero y promulgando “El Plan de Ayala” el 28 de noviembre de 1911.
Zapata fue también uno de los primeros jefes revolucionarios que no reconocieron el gobierno de Victoriano Huerta.
Huerta trataba de atraer a Zapata para lograr su reconocimiento; al no lograrlo desató una ofensiva cruel y despiadada contra todos los pueblos de Morelos y arrasó, exterminó e incendió. Don Marciano Silva nos deja constancia de esa situación en sus corridos:
El exterminio de Morelos
¡Oh caros hijos del estado de Morelos,
a qué terrible situación habéis llegado:
el exterminio se enseñorea de nuestro suelo
por una turba miserable de soldados!
Son nuestros pueblos convertidos en cenizas
por un gobierno cruel y bárbaro a la vez…
Terrenos y agua te ofreció un fingido apóstol
si lo ayudabas a escalar la presidencia…
Huerta a la vez quiso seguir su mismo ejemplo
y te mandó al incendiador Juvencio Robles;
para no dar a esas promesas cumplimiento
mandó arrasar toditas nuestras poblaciones…
Al recordar tu proceder yo me estremezco,
Juvencio Robles, hombre vil, cruel y menguado…
El zapatismo está concluido le dijiste
al viejo Huerta con muchísima eficacia;
sólo unos quedan y esos voy a perseguirlos,
pronto tendrá usted la cabeza de Zapata…
El zapatismo se halla en toda su grandeza,
nada le han hecho los soldados herodianos;
sólo las casas acabó con su estrategia
el señor Robles y a infinitos ciudadanos.
Los revolucionarios se empezaron a dividir desde antes de que llegaran a alcanzar la victoria sobre el régimen huertista, tanto por las diferencias y rivalidades personales de sus tres jefes principales, Carranza, Villa y Zapata, como por los enfoques que tenía cada uno de los problemas nacionales e internacionales.
Esto ocasionó que se establecieran fundamentalmente dos grupos revolucionarios: los convencionistas, donde predominaban Zapata y Villa, y los constitucionalistas, donde sólo “tronaban los chicharrones” de Venustiano Carranza. Ambos grupos llegaron a colaborar y a tener contactos, hasta que hubo un momento en que acabaron rechazándose. Los villistas y zapatistas se aliaron oficialmente en la Convención de Aguascalientes de 1914, donde se aceptaron los principios del Plan de Ayala; la Convención aprobó también cesar a Carranza como primer jefe y encargado del Poder Ejecutivo, y enseguida se eligió como presidente provisional a Eulalio Gutiérrez. Para comunicar esta decisión a Carranza fueron designados Obregón, Villarreal y Eduardo Hay. Obviamente, Carranza no aceptó la propuesta de los delegados convencionistas.
La unión zapatista-villista culminó a principios de diciembre de 1914 con el pacto de Xochimilco; posteriormente la Convención, personificada por ambos caudillos, hizo su entrada triunfal en la ciudad de México.
En enero de 1915 el gobierno de la Convención se había refugiado con Zapata en el estado de Morelos. Salir de la capital y regresar al sur le costó a Zapata aislarse de los villistas.
Así, mientras Villa y las fuerzas de Obregón se enfrascaban a muerte en las grandes batallas del Bajío, Zapata trataba de hacer su propia revolución en Morelos; se retiró a Tlaltizapán, lo hizo su cuartel general y durante más de diez meses el estado de Morelos permaneció en paz y llevó a cabo sus propios planes revolucionarios.
Ante esta nueva situación las familias campesinas, pobres y desposeídas de sus tierras, aguas e independencia personal, aparte de recuperar sus bienes recrearon una sociedad con criterios más democráticos en los municipios: comunidades rurales en las que cada familia llegó a ejercer influencia real para utilizar los recursos locales. Políticamente se habían iniciado las elecciones de gobernador, autoridades municipales y judiciales con carácter provisional; toda esta acción política dio como resultado la reconstitución de las autoridades de los pueblos y se abrió la posibilidad de restablecer locales, donde a Zapata se le consideraba el “juez supremo”. Se les dio también a los campesinos de Morelos el dominio sobre la propiedad agrícola ya que para ellos esto era fundamental, uno de los principales puntos de su lucha. La repartición de las tierras se llevó a cabo de acuerdo con las costumbres y usos de cada pueblo. Se transfirió a Tlaltizapán la administración de los ingenios azucareros, que fueron manejados por varios jefes zapatistas.
Después de la toma de la capital de la República por los constitucionalistas, Venustiano Carranza encargó la campaña del sur al general Pablo González. La toma de la ciudad de Cuernavaca por las fuerzas carrancistas inició la época de latrocinio más escandalosa que se registró en Morelos.
El ejército carrancista se portó como si fuera la reencarnación del antiguo ejército federal. Sus tropas no entraron como libertadoras, sino como conquistadoras de la población local, que era su enemigo.
La gente pacífica, aterrorizada, huyó de los pueblos que se encontraban en la línea de avance de Pablo González. Finalmente, a mediados del mes de agosto de 1916, las tropas de González tomaron el cuartel de Tlaltizapán, se apoderaron de un enorme botín y dieron muerte a 283 personas.
De este hecho sangriento ha quedado el canto de don Marciano Silva, que en un corrido llamado La bola del sitio de Tlaltizapán, nos relata los siguientes hechos sangrientos:
La bola del sitio de Tlaltizapán
Las tropas del Sur dejaron el sitio batiéndose en retirada,
con prontitud de aquel indeciso, ve su esperanza frustrada,
con mucha quietud por rumbos distintos, se fraccionó muy animada
a echar otro albur cuando ya expeditos, para el caso se encontraban.
Cuatrocientos sucumbieron, según rindieron informes,
entre los cuales murieron mujeres, niños y hombres;
sin culpa ahí perecieron gran número de varones
entre un dolor tan acerbo, y muy grandes estertores…
Algunas mujeres caían de rodillas, pidiendo al cielo clemencia,
los hombres rodaban dejando teñida con sangre a la madre Vesta,
los niños lloraban buscando una mano, humilde para su defensa,
más los herodianos reían como Atilas, sin ninguna condolencia…
Unos abrazaban a sus pobre criaturas, al ver a los herodianos,
pidiendo por gracia y con gran ternura, perdón a aquellos tiranos,
unas sólo encontraban por clemencia burlas, y por perdón un sarcasmo,
y una muerte infausta con gran premura, niños, mujeres y ancianos.
A estas alturas el movimiento zapatista se estaba desgastando a gran prisa, ya que varios jefes locales de los estados de Puebla y México habían empezado a amnistiarse; por otro lado los secretarios zapatistas tendían a volverse más intransigentes. Una de las víctimas más importantes de esta “grilla” fue Otilio Montaño.
Para eliminar a Emiliano Zapata, Carranza y el general Pablo González le hicieron creer que el coronel Jesús Guajardo trataba de aliarse con él. Se estableció una doble correspondencia para que Zapata creyera en la buena fe de Guajardo y entrara en negociaciones con él. Convencido de que éste se pasaría a sus fuerzas le ordenó que se declarara su partidario y que comprobara su fidelidad atacando la plaza de Jonacatepec. Esta acción fue ficticia; Guajardo sólo simuló el ataque, pues se hallaba de acuerdo con los defensores, que entregaran la plaza.
Convencido Zapata, tuvo su primera entrevista personal con Guajardo en la estación de ferrocarril de Pastor. El recibimiento fue cordial por parte del general Zapata, y los dos salieron para Tepalcingo, donde pasaron la noche. Al día siguiente Zapata ordena a Guajardo que se concentrara en la Hacienda de Chinameca.
La mañana del fatídico 10 de abril, ya en Chinameca, Guajardo hizo correr la voz de que se presentaba el enemigo; Zapata ordenó inmediatamente que se cubrieran determinados puntos y él personalmente se situó en la Piedra Encimada. Allí se encontraba cuando recibió una invitación de Guajardo a comer en la hacienda, y acompañado poco más o menos de diez hombres se dirigió hacia allá. Aquí le dejamos la voz al Cantor del Sur, Marciano Silva, para que nos dé en sus versos su versión de este hecho:
Historia de la muerte del gran general Emiliano Zapata
Cuando tuvieron nota que el general llegaba,
la banda de clarines le dio el toque de honor,
la guardia presurosa al verlo presentó armas,
después se oyó la odiosa y fúnebre descarga
cayendo el invencible Zapata, ¡Oh qué dolor!
Guajardo se soñaba al ser un Alejandro
cuando vio al suriano tendido hacia sus pies,
mandó que atravesado su cuerpo en un caballo
para que lo llevaran como un trofeo alcanzado
a Cuautla y se premiara su negra avilantez.
Al ver Pablo González llegar al vencedor
trayendo al que luchaba constante y varonil,
oh cuántas atenciones al fin le prodigó
condecorando innoble su astucia y no el valor,
porque su limpia espada nunca supo medir.
Varios hombres lloraban al ver el triste fin
del hombre que luchaba por un bien nacional,
las mujeres trocaban en rabia su gemir
al ver la declarada traición de un hombre vil
que hablarle cara a cara no pudo en lance tal.
Los guachos altaneros vagaban por las calles
burlándose falaces del pueblo espectador,
hoy sí hijos de Morelos ya se acabó su padre
bien pueden ir a verlo e identificarlo,
Guajardo en tal combate peleando lo mató.
Zapata fue el bandido por la alta aristocracia
mas a la vez ignoró su criminalidad,
en un panteón lucido un ángel se destaca,
trayendo así en su mano un libro lee entusiasta:
“La tierra para todos y el don de libertad”
El año diez y nueve, el mes de abril por fecha,
murió el jefe Zapata como bien lo sabrán
del modo más aleve en San Juan Chinameca,
a la una y media breve de esa tarde siniestra
dejando una era grata así a la humanidad.
El corrido zapatista
Podemos considerar al corrido como una de las fuentes históricas de primera mano que el estado de Morelos tiene para entender el zapatismo. Su nacimiento está forzosamente ligado a las necesidades populares, pues vino a ser un órgano de expresión oral que contaba determinados sucesos considerados como fundamentales en la vida del pueblo morelense.
Los corridos vienen a ser herramientas de lucha social, pues crean una conciencia política regional y además consignan los principales acontecimientos político-militares. De esa manera la información también adquiere las características de un periódico oral que alimenta la memoria popular.
Este canto morelense contribuyó a lograr una conciencia político-social regionalista. A través de los corridos es fácil seguir la trayectoria histórica de Emiliano Zapata desde 1908, en que fue consignado al ejército en calidad de recluta al Noveno Regimiento de Caballería, hasta que en marzo de 1911 se levantó en contra del gobierno federal con un numeroso contingente que gritaba vivas a Madero en la plaza principal de Villa de Ayala. A partir de entonces el corrido zapatista aparece y el pueblo lo sigue paso a paso en su carrera revolucionaria; en esos corridos está presente el cariño por el “hermano mayor” del campesinado morelense.
La mayoría de los corridos que se presentan en los discos se compusieron a lo largo de la lucha armada; son los cantos populares más conocidos y más interpretados. Pero nadie hizo sentir y vibrar con sus cantos revolucionarios como don Marciano Silva, que desde que se le unió a Zapata nunca dejó de cantar a los hechos más importantes de la Revolución; a través de su narración directa de datos históricos podemos revivir la situación del pueblo ante el conflicto civil armado que azotó al estado.
Don Marciano Silva, el gran olvidado de la música popular morelense, fue el cronista-cantor zapatista; estuvo pendiente de cuanto acontecía y lo supo transmitir a través de sus cantos.
En 1929 dos artículos de escritores contemporáneos de Marciano Silva, don Octavio Paz (padre) y Carlos Reyes Avilés, nos ponen sobre la pista. Paz lo describe como “un viejecito de piocha completamente cana, de calzón blanco, huaraches y sombrero de petate” que en la Revolución fue compañero inseparable de los rebeldes, que mitigó sus penas y cantó sus alegrías en los campamentos con sus improvisados corridos, al son del bajo quinto; bardo y músico completamente popular, puso letra y música a los hechos más notables de la Revolución.
Avilés, por su parte, lo describe como “rebelde por convicción, con espíritu de solidaridad y fraternal deber, ya que también sufrió lo mismo que sus hermanos de Morelos; fue a las filas revolucionarias a compensar la amargura de los días de lucha con el rasgueo de su bajo quinto y el canto de sus corridos. Silva nunca alardeó de sabihondo; su inspiración lo limitaba a decir en sus estrofas lo que presenció y creyó merecedor de los honores de su lira; tenía una gran honradez intelectual, y para muestra dejó los siguientes versos:
“No diré lo que no es cierto,
yo nunca puedo mentir
porque no quiero que después de muerto
se critique mal de mí.”
Es necesario leer y oír los corridos de Marciano –El exterminio de Morelos, La bola del sitio de Tlaltizapán y otros– para entender los sufrimientos de los zapatistas, que se lamentaban de todas las tropelías de las tropas federales, y para poder apreciar la muerte de Emiliano Zapata, desde la vil traición y los detalles de su muerte, hasta que el cuerpo fue enviado a Cuautla y exhibido en los bajos del Palacio Municipal.
Algunos de los corridos que se presentan son de Marciano Silva: El himno zapatista, conocido como El Rebelde, La historia de la derrota y muerte del general Cartón y la Historia de la muerte del general Emiliano Zapata. Pero también este álbum contiene algunos bellos corridos de autores anónimos, que tienden a perderse y son producto de la guerra fratricida.
Los corridos fueron grabados en la ciudad de Cuautla, Morelos, en dos ocasiones: durante la Primera Reunión
Regional de Corridistas realizada los días 22 al 24 de septiembre de 1983, donde se contó con la participación de corridistas de diversas partes del estado, y meses después en enero de 1984, en una segunda sesión de entrevistas y grabaciones que: realizó en el Museo Casa de Morelos de la ciudad de Cuautla.
Los magníficos intérpretes que se presentaron, y que a sí mismos se llaman “cancioneros”, han mantenido esta tradición que parece está desapareciendo, ya que son los únicos que los siguen cantando en el estado. Se trata de campesinos que no se dedican al canto en forma profesional sino “por el gusto” de hacerlo, cada vez que sus labores del campo lo permiten. En la elaboración del disco se contó con la participación de don Mauro Vargas y su hijo Ignacio, de Coahuixtla; don Félix Trejo de Ocotepec; Honorio Abúndez, del mineral de Huautla, y de Santa Cruz, don Francisco (Chico) Gutiérrez y Adolfo Almanza, todos del estado de Morelos.
Agradezco el apoyo de la maestra Irene Vázquez Valle, Jefe del Departamento de Estudios de Música y Literatura Orales del INAH, que siguió paso a paso esta investigación, y asimismo la ayuda recibida de Investigaciones Históricas del estado de Morelos, a cargo de Efraín Ernesto Pacheco Cedillo; doy gracias al presidente municipal de Cuautla, Alfonso Cerqueda Martínez, y a muchas personas más, entre las que se cuentan José Agustín, Miguel Morayta, Irene Domínguez, Mateo Zapata, Oscar Apáez, y en lo general a toda la comunidad morelense, que mostró interés y dio apoyo a la Primera Reunión Regional de Corridistas y a las grabaciones de los corridos.
Los Artistas que Interpretan los Corridos
En general podemos decir que todos los “cantadores” que aquí se presentan son autodidactas y que aprendieron la “tocada” y la “cantada” desde pequeños. Casi todos son campesinos que cantan “por el gusto” aunque también lo pueden hacer, en una forma más organizada, en las reuniones de amigos, ya sea en las cantinas o en las fiestas de su pueblo, o, como dicen ellos, “gustando” en cualquier fiesta familiar o de invitación. La mecánica de sus reuniones es que el que llega tiene como norma cantar un “saludo”; después se sigue con “bolas”, “romances”, “quintillas”, “corridos”, “, y cuando termina la reunión, las “despedidas”.
Entre ellos prevalece la tendencia, como buenos “corrideros”, de recorrer las ferias y fiestas de su rumbo con sus cantos.
También se aprecian su sencillez y dignidad, y principalmente el respeto que se guardan entre sí, como depositarios de una de las tradiciones que se están perdiendo. En sus reuniones es muy raro observar, aunque estén muy borrachos, que salgan distanciados.
Otra característica de los “corridos” es que pueden pasar varios días cantando sin repetir una sola de sus interpretaciones, pues hacerlo sería: signo de mal gusto.
Mauro Vargas
“Nací el 15 de enero de 1907 en el pueblo de Tepalcingo, Morelos; soy campesino. Desde pequeño me gustó la cantada… Desde joven el gusto me encantó, me nació, ya que lo oía, y también empecé a tocar el bajo quinto y a cantar líricamente, mi escuela de música fueron las cantinas y los changarros de Tepalcingo, donde venía, y había cantadores como Juan Quevedo y Paulino Vergara. En la feria venían otros señores de Huitzililla, Morelos, de Pitzotlán, Puebla, y en una ocasión vinieron unos siete cantadores de Olinalá, Guerrero, que lideraba un señor Modesto Coronel, y todos ellos tocaban el bajo quinto muy bien… Se cantaba en la feria, donde se reunían en las cantinas y los changarros y puestos de hojas de alcohol; ahí había siempre bajos quintos, para que los pidieran el cantador que quisiera…
A la llegada de los cantadores me ponía en la puerta a oírlos y a estarme fijando; yo veía cómo lo manejaban.”
A mí nadie me enseñó, yo solo agarré el bajo quinto; mi hermano Agustín me enseñó la afinación y los tonos… Los poetas antiguos (o compositores) que más oí nombrar eran Juan y Refugio Montes, que tenían muchas historias cantadas; también se menciona a Fermín Aponte, del estado de Guerrero, y también morelenses como Genaro y Juan Zúñiga, Elías Domínguez, Epigmenio Pizarro, Federico Becerra y principalmente Marciano Silva.
“En el año de 1922 llegué a vivir a Coahuixtla, Morelos y me empecé a reunirme para cantar Ignacio Sánchez, José Valdepeña, Aarón Cabrera, teniendo como “segunderos” a Reyes Jaramillo (hermano de Rubén), a un señor de Zacapalco llamado Goyo Leana, y actualmente a mi hijo Nacho.”
…A la feria que más asistí fue a la de Cuautla, pero también iba a San José, Tenextepango, Tlaltizapán, Jojutla.
“ …Marciano Silva era un señor chaparrito, vestido como todo hombre humilde de esa época con calzoncito blanco –todos andábamos de calzón blanco–; vendía mercería en el antiguo mercado de Cuautla, tocaba siempre su bajo quinto; a veces lo acompañaba don Teodoro Carrillo; este señor únicamente era cantador. También conocí a Federico Becerra; era publicista, vendía sus cantaditas y las de otras gentes como Fausto Ramírez, Fermín Aponte, y claro que también las de Marciano Silva.”
“…Antes en Cuautla se acostumbraba cantar en cualquier esquina y en las esquinas del Zócalo, frente a la Iglesia de Santo Domingo o en un costado del desaparecido hotel San Diego.”
“…La satisfacción que me queda es el gusto, el placer de hacer amigos; mi vida ha sido la música, que me ha dado ese placer de tener muchos amigos; nunca lo hago por la paga, sino por el puro gusto de hacerlo, yo no digo que soy buen cantador pero todo el mundo lo dice”.
Ignacio Vargas
“Soy originario de Coahuixtla, Morelos, tengo 50 años y soy hijo de Mauro Vargas. El gusto de la cantada lo traigo desde chiquito, cuando oía cantar a mi papá con sus amigos, Agustín García, Pablo Nieto, Genaro Zúñiga, Norberto Valdepeña y principalmente a mi tío Agustín, que se reunían cuando vivíamos en un pueblito del estado de Morelos llamado San Pablo. Ahí vivimos varios años y posteriormente nos fuimos a Coahuixtla, donde residimos en la actualidad.”
“Desde chico mi papá me obligó a cantar, pero siempre le tuve miedito a tocar el bajo quinto; siempre me ha impresionado. En un principio mi papá no me tenía confianza, si a esto le agregamos que yo también le tenía miedo a su jerarquía, pero afortunadamente nos dimos cuenta de que nuestras voces se acoplaban a la perfección. Toda mi vida me la he pasado oyéndolo, me gusta de corazón oírlo, pero ya también participó con él, pudiéramos decir que soy su segundero especial…”
Francisco (Chico) Gutiérrez
“Nací el 17 de septiembre de 1927 en Santa Cruz, municipio de Tlaquiltenango, Morelos; de oficio campesino, me inicié en la cantada desde que era pequeño y me le acercaba a los señores grandes de la población a oírlos; me enseñé a cantar y a tocar de una manera lírica, nada más oyendo a otros señores; luego entonces a ellos les gustaba como cantaba yo y así me gustó la forma de ser cantador. Poco a poco fui agarrando la manera de la cantada, me llamaba mucho la atención, de los señores viejos aquellos que se ponían a cantar; uno se llamaba Anastasio Uroza, Edmundo Gadea, mucho más viejos que yo cuando los oía cantar en la esquina, y ellos en su tomadera me decían ¡échate una!, ¡enséñate a cantar! Me les arrimaba y me decían: ¡hazme segunda!, y empezaba a hacerla aunque fuera en pedacitos, pues todavía no me sabía las canciones; de ahí me nació. Luego me enseñé a tocar la guitarra y así fui aprendiendo, le empecé a hacer segunda a Timio Torres, cuando salía a cantar en las noches a las esquinas y nos invitaba a dar serenata; estando ya reunidos nos íbamos a correr la parranda, y así enamorábamos a las muchachas. En ese tiempo no había tocadiscos, ni TV. Respetuosamente se cantaba. En la actualidad ya no se sale a correr la parranda, pues todos los cantadores viejos se han ido muriendo. Aquí en el pueblo ya nada más quedo yo y Adolfo Almanza.”
“…En las ferias nos reuníamos alrededor de las cantinas, changarros o puestos de hojas con alcohol, nos arrimábamos con nuestro bajo o guitarra y empezábamos a cantar y a tomar. A la dueña del negocio le convenía porque así se le iba arrimando la gente a oírnos.”
“…Ninguno me enseñó, yo solo aprendí; iba viendo las posturas de los dedos en la guitarra, y así un día yo agarré la guitarra; a la siguiente noche eran tantas mis ganas de aprender que ya empecé a acompañar y tocarla. Empecé a salir a Huehuetzingo, a Puente de Ixtla, Cuauchichinola, Huajintlán, hasta casi andar en todo el estado de Morelos, no sólo en las ferias sino también cualquier día de gusto.”
“Me pasaba dos noches con sus días cantando sin repetir una sola canción; cuando terminaba mis amigos se iban a dormir, otros seguían cantando. Y ahí me encontraba también con otros cantadores de otros pueblos, como uno de Acamilpa que se llamaba Fructuoso García. Muchos ya murieron; bueno, ya en la actualidad cada vez que tengo gusto me da por reunir a todos los cantadores en mi casa de Santa Cruz y nos ponemos a cantar hasta tres días nuestras canciones.”
Adolfo Almanza Trejo
“Tengo 58 años, de oficio campesino, soy segundero y primo hermano de Chico Gutiérrez y originario de Santa Cruz, Municipio de Tlaquiltenango, Morelos. Empecé a acompañar haciéndole segunda a Chico Gutiérrez desde los 15 años, cuando nos juntábamos con los viejos, como León Trejo, Otilio Trejo, Tacho Uroza, Tenógenes Gadea y Lucio Vélez, que se reunían en las esquinas de su pueblo, y se ponían a cantar; a veces se reunían con los cantadores de otros pueblos y cuando empezaban a cantar lo hacían siempre con un saludo, en la propia reunión, donde los cantadores tenían como norma guardar mucho respeto entre sí, aunque estuvieran muy borrachos. En este tipo de reunión se podían pasar de dos a tres días con sus noches casi sin dormir…”
Honorio Abúndez
“Nací el 30 de diciembre de 1921, soy campesino y minero, intérprete y compositor. Me empezó a gustar la música desde chamaco, cuando veía a mi hermano tocar y entonar canciones; desde entonces aprendí las posiciones, y como fui creciendo aprendí más.”
“Desde muy joven empecé a componer canciones que algunas gentes me encargaban, me mandaban datos y yo le ponía letra y música y se las daba al interesado de una forma lírica. De aquí mismo de Huautla me iba a las fiestas a cantar; de la primera que me acuerdo es la del 12 de diciembre en Chautzingo, Guerrero. Venían también cantadores a la fiesta de Huautla el 4 de octubre, también me invitaban a cantar en las fiestas de su pueblo, me invitaban a Huachinantla, Puebla, y Salado, Puebla. Había unos cantadores muy buenos en Chautzingo, ya se murieron, uno se llamaba Rogaciano Marbán, cantor, Agustín Marbán, cantor-compositor, y otro cantor de Huachinantla, Puebla, llamado Otilio Espín, eran los cantadores más antiguos de los que recuerdo.”
“Una de las primeras invitaciones que recibí para ir a cantar fue la fiesta de El Salado, donde canté en las cantinas. Había también señoras que vendían hojas de alcohol y ahí se arrimaban los cantadores; era una de nuestras bebidas favoritas, en ese tiempo no había radio ni rocola; de ahí me fui a Jolalpa, a una invitación del presidente municipal, que me llevó a una mayordomía, ahí le estuve cantando a la imagen del pueblo por puro gusto y amistad. Anduve también en casi todas las ferias del estado, la de año nuevo en Jojutla, la de Tlaquiltenango, la Candelaria y otras fiestecitas, como Juchitlán, Quilamula, Pala, Rancho Viejo, Chimalacatlán y Los Hornos.”
“…Tuve noticias de Marciano Silva y la idea que tengo de él es que sus composiciones son muy buenas, y creo que por este rumbo no ha habido otro. También había cantadores viejos como Elías Domínguez, que era de Los Hornos, y era sobrino de Eulalio Domínguez, de Huautla, ahí vivió y murió… Fermín Aponte de Guerrero, parece que era de Xochipala. En las fiestas de Tlaquiltenango y en las de Jojutla me juntaba con los Carpios, compositores de Zicatlán; uno se llamaba Federico y el otro Constancio. En estos lugares siempre cantaban más o menos las mismas canciones, se iban repitiendo e intercambiaban las mismas, yo cantaba y le hacía segunda, o al contrario. A mí no me gustaba repetir las canciones, por eso aprendí las que no las supiera todo el mundo. Cuando murió mi segundero empecé a cantar solo, puro moderno, y me empecé a olvidar del corrido, me llamaba más la atención puras cosas de amor, de las que compuse más o menos como cincuenta pero que se me han ido olvidando porque nunca las apunté, y porque el público no me las pide.”
“…A veces salía a los ranchos a cantar, me invitaban y me pagaban los alimentos. Iba dos o tres días a vacilar y regresaba a Huautla.”
“…Los cantadores le llamábamos gusto a reunirnos, a estar gustando, cantando y saludando. Estos Carpios tenían muchos saludos. También me llegaban invitaciones de ir a darles serenatas a las novias; bueno, aquí te daban los tragos y los alimentos.”
“…Don Eulalio Domínguez, ese señor sí cantaba y componía muy bien; bueno, pero eran otros tiempos, en la actualidad con la llegada de la radio y la tevé parece que ya se aplacaron los cantadores, ya nadie sale a cantar en las esquinas; salen, sí, ¡pero con una grabadora a oír la música!”
Félix Trejo
“Nací en Ocotepec, Morelos, el 12 de febrero de 1922; mi padre trabajaba en el campo, pero también le gustaba la cantada por afición; se iba a las ferias y las fiestas; al verlo a él me fue gustando el arte y ahora sigo recordando aquellos tiempos bonitos en que me pasaba las horas oyendo corridos históricos. Mi papá se reunía con cantadores de Mazatepec, Chapultepec, con unos de Cuautla de Quebrantadero, eran cantadores que se reunían en las ferias de Mazatepec, Jojutla, Tepalcingo, Totolapan, Jiutepec…”
“Cuando éramos chicos nos juntábamos varios muchachos, Higinio Valdez, un muchacho que le decíamos ‘el huaje seco’ y otro cantador que se llamaba Margarito Rodríguez. Decíamos: ‘vámonos a Chalma a cantar o a Jojutla a cantar a las plazas’, y así a cualquier lugar íbamos, la gente nos rodeaba al oír nuestros cantares; los autores que más interpretábamos eran los corridos de Marciano Silva, Federico Becerra, Juan Galindo, Fausto Ramírez, Benjamín Sanabria y Fermín Aponte.”
“Empecé a cantar a los 9 años, con cinco canciones que ya no me acuerdo de quien eran, y con este repertorio me la iba pasando la noche, nos gustaba andar parrandeando, y estas mismas canciones las íbamos repitiendo hasta salir la noche, y así mi repertorio fue creciendo hasta que ya grande llegábamos a las ferias, donde tardábamos 3 días con sus noches sin repetir un solo canto.”
“Yo creo que una de las cosas que vino a perjudicar y que ocasionó que en la actualidad hay poco cantador, es que la luz vino a modernizar, ya que hubo cinito, el teatro, las carpas, la rocola, el tocadiscos y las grabadoras. Antes no los había y cantar un corrido era como llevar las noticias de lo que había pasado en alguna parte y ahí se arrimaban a oír las noticias. Ahora ya no: hay luz, teléfono, tevé, e inmediatamente se saben las noticias.”
“…Empezábamos a cantar en el pueblo en las cuelgas, que es donde hay una velación de una imagen; nosotros íbamos a donde oíamos cohetes, estábamos un gran rato gustando, cantando parejo, después ya nos íbamos pasando a los pueblos como Chamilpa, Ahuatepec, Santa María y de ahí a Tlaltenango en las fiestas de ahí el 8 de septiembre. Empecé desde chamaco, y hasta el futuro todos los años voy; desde que el padre organizó sus tandas culturales siempre los he acompañado; sólo no fui el año que me cortaron mi pierna y murió mi primo Susano.”
Disco 1
Cara A
1 Saludo
Los cancioneros tradicionales morelenses suelen iniciar sus reuniones musicales y de esparcimiento con saludos cantados, como los que abren ambos discos.
Autor: Anónimo
Intérpretes: Francisco (Chico) Gutiérrez, primera voz y guitarra sexta; Adolfo Almanza, segundero y guitarra sexta.
Fecha de grabación: 22 de septiembre de 1983.
Soy hombre de gasto que para cantar
licencia pido primero,
que me den permiso para saludar
a todo el público entero.
Ya sean mis fieles amigos
y de unos nobles camaradas,
ya quiso Dios que nos vimos
en el punto onde deseaba.
Queridos amigos, no me han de negar
que cantando con agrado,
también se apetece siquiera un traguito
para remojar los labios.
Con un purito de a seis
junto lo doy encendido;
cantemos versos de amores
como los cantó cupido.
Y para afinar y esta ronca voz
que nos hace deletrear,
sería menester que para la voz
nos tomemos un mezcal.
Con una media botella,
sea para irnos entonando,
para vernos más alegres
y con gusto estar cantando.
Quisiera tener un canto lúcido
pa’ cantarles con esmero,
pero eso no lo haré porque no he podido,
perdonen si en algo yerro.
Que suene el bajo lúcido
con sus respectivas notas,
cantemos versos de amores
y cantaremos estrofas.
Siento que mi pecho y en esta ocasión
se estremece de contento;
quedamos pendientes para otra ocasión
si nos da lugar el tiempo.
Adiós mis fieles amigos,
de bastante gratitud,
si preguntan de un amigo
lo hallarán en Santa Cruz.
2 La feria de Cuautla
El corrido narra cómo en la feria del segundo viernes de la Cuaresma de 1911, en Cuautla, Zapata, Torres Burgos y Merino se levantan en armas y se integran a la revolución maderista.
Letra y música: José Muñoz
Intérprete: Félix Trejo, voz y bajo quinto.
Fecha de grabación: 23 de septiembre de 1983.
¡Vamos para la feria
una franca animación!
Echan volar las campanas
en la blanca población.
¡Vamos a la feria de Cuautla!
Zapata se adelantó,
entró a la feria meneando
su pingo galopador.
Torres Burgos y Merino
están ya en la población,
y los tres han prometido
hacer la revolución.
Vamos a la feria, niña
olvidemos el dolor
en las miserias del campo
en las fricciones del peón.
Los indios, los aparceros,
al influjo del alcohol
olvidan por un momento
la injusticia del patrón.
En el novecientos once,
en Cuaresma del Señor,
era en el segundo viernes
que el calendario marcó.
Cuando la feria de Cuautla
ya casi se terminó
Burgos, Zapata y Merino
con alma prueba el valor.
Villa de Ayala (los mira)
predica la insurrección,
organizan las guerrillas
setenta hombres, lo mejor.
En Cuautla la feria muere,
la guitarra enmudece,
en el palenque se trunca
la voz del anunciador.
A Quilamula será
buscando liberación
Burgos, Zapata y Merino
en franca revolución.
3 Un pobre mexicano
Se puede ubicar este corrido en el año de 1913; recoge una de las más claras expresiones de protesta social campesina en contra de Victoriano Huerta y los voluntarios que lo acompañaban.
Reclama también justicia del gobierno tirano y se despide haciendo un llamado a la paz.
Autor: Anónimo.
Intérpretes: Francisco (Chico) Gutiérrez, primera voz y guitarra sexta; Adolfo Almanza, segundero y guitarra sexta.
Fecha de grabación: 24 de septiembre de 1983.
Un pobre mexicano que escribió humildemente,
en nombre de unos héroes de quienes voy a hablar,
sus nombres son sagrados de Francisco y Mendoza,
Emiliano Zapata aquí es su jefe está.
Mendoza es el modelo de los jefes que operan
por todo el sur y centro de México a la vez,
por eso en los estados de Morelos y Puebla,
hay orden y respeto para todo hombre de bien.
Los jefes Marcelinos Rodríguez y Galindos,
Espinoza y Caamaño, Baranda y Primosón,
Ignacio Maya y otros Francisco y José Mozo,
Eduardo y Cleofas Torres lucharon con valor.
Todos los mexicanos ¡vivan! ¡viva Zapata!
¡Viva también Mendoza y todos los demás!
¡Que muera el mal gobierno de Victoriano Huerta!
¡que muera o que renuncie! queremos ya la paz.
Por todos los traidores que han sido voluntarios
que acompañan a Huerta y a todo su escuadrón
así los conquistamos aunque somos hermanos,
sepan que aquí Zapata reclama al invasor.
Justicia les reclama, detesta la idiominia
del gobierno tirano porque no rige ya;
al toque de campanas vámonos a las filas
todos los mexicanos que quieran libertad.
Han silbado los cuernos, despierta la mañana,
concédenos este ruego, tu santa bendición;
usted es protectora Virgen Guadalupana
para todo hijo de México que ama a nuestra nación.
Todos los mexicanos ¡vivan! ¡viva Zapata!
¡Viva también Mendoza y todos los demás!
¡Que muera el mal gobierno de Victoriano Huerta!
¡que muera o que renuncie! queremos ya la paz.
¡Viva la independencia, viva la libertad!
¡El Plan Villa de Ayala que se dio a conocer!
Que goce nuestra Paeria de paz, tranquilidad
y la nueva reforma resuene por doquier.
Una corona ofrezco de mirlos y de rosas,
jazmines y laureles, guirnaldas, flores mil,
a los libertadores de la nueva reforma
una canción a ustedes yo les envío aquí.
4 La Bola de los Presidentes
La Bola de los Presidentes es una estupenda crítica y feroz sátira política en contra del sistema. El autor, en forma metafórica, nos ubica en los infiernos, en algo que nombra como “sueño revelación”.
En esta bola se hace aparecer más luminosa la figura de Zapata, y por contraste Porfirio Díaz, Francisco I. Madero y Venustiano Carranza se presentan como ambiciosos, débiles y rencorosos; Huerta aparece como funesto mariguano.
Letra y música: Elías Domínguez
Intérpretes: Mauro Vargas, primera voz y bajo quinto; Ignacio Vargas, segundero.
Fecha de grabación: 23 de septiembre de 1983.
Todo el auditorio que se halla presente, en prestarme su atención
con gusto y buen modo voy a declararles un sueño revelación:
soñé que fui a los infiernos y vi a don Porfirio Díaz
contestando con Madero lo que en este mundo hacía.
Vi a don Porfirio Díaz y al señor Madero dentro de un perol de aceite,
estaban diciendo: “buen premio ganamos por ver sido presidentes”,
Porfirio le respondió: “lo dirás por Victoriano,
buen cuartelazo te dio el funesto mariguano.
“–Yo todo perdono, lo digo por tantos a quienes favorecí,
me echaron a plomo en el cuartelazo y me mandaron aquí.”
A poco entró el señor Huerta a un perol de aceite hirviendo,
con palabras deshonestas a su suerte maldiciendo.
Luego a don Porfirio saludó al momento, tratándole a lo decente.
Dijo: “si he sabido que este era el gran premio, no intento el ser presidente.
Llorando dijo Panchito: “¡Ay de mi suerte malvada,
en este funesto abismo, lo que se debe se paga!”
Cuando se quejaba el señor Victoriano, acordando su venganza,
en esa hora entraba un viejo tirano: don Venustiano Carranza.
Luego dijo don Porfirio: “ya llegastes compañero.”
Carranza exhaló un suspiro viendo a Huerta y a Madero.
Le preguntó Huerta con ferocidad, recobrando su valor:
“A ver qué me cuenta de la libertad por la que me derrocó!”
Carranza le respondió: “fue por falta de experiencia,
¡no sé qué diablos me dio envidiar la presidencia!”
“–Yo me equivoqué colmando de honores a los que a mí me ayudaron,
les proporcioné dinero y favores y después me traicionaron.”
“–¡Qué tonto fue Venustiano! respondió Porfirio Díaz,
mató a muchos mexicanos quienes culpa no tenían.”
“–¡Sólo don Porfirio fue más de treinta años su honorable presidencia!
¡Nosotros quisimos volvernos tiranos, asesinos sin conciencia!
Porfirio Díaz, al triunfar, pesó muy bien su balanza,
a muchos mandó matar, que les tenía desconfianza.”
Esos que pisaron en finas alfombras en tiempo de su gobierno,
están ocupando sus bellas alcobas en el rincón del infierno.
Goliath empuñó una lanza, porque ahí es el más valiente
y dijo: “-Echenme a Carranza al perol de presidentes.”
Más se oyó una voz en aquel momento para siempre en el abismo:
el viejo Carranza ahí, maldiciendo hasta el día de su bautismo.
Ahí están todos sufriendo, los honrosos presidentes,
y una eterna voz diciendo: “–Para siempre, para siempre…”
Disco 1
Cara B
1 Soy zapatista del estado de Morelos
Esta canción fue considerada como el Himno Zapatista porque casi siempre se cantaba en los campamentos guerrilleros zapatistas.
Este canto de guerra, según se dice, encendía en los ojos ardores bélicos y acrecentaba en los corazones el cariño al “jefe” y la confianza en el triunfo de la causa.
Letra y música: Marciano Silva.
Intérpretes: Mauro Vargas, primera voz y bajo quinto; Ignacio Vargas, segadero.
Fecha de grabación: 22 de septiembre de 1983.
Soy zapatista del estado de Morelos,
porque proclamo el Plan de Ayala y de San Luis,
si no le cumplen lo que al pueblo le ofrecieron,
sobre las armas los hemos de hacer cumplir.
Soy zapatista del estado de Morelos… (se repite)
Para que adviertan que al pueblo nunca se engaña,
ni se le trata con enérgica crueldad,
si semos hijos, no entenados de la Patria,
los herederos de la paz y libertad.
Sublime general, patriota guerrillero,
que pelió con gran lealtad por defender su patrio suelo;
espero que ha de triunfar por la gracia del Ser Supremo,
para poder estar en paz en el estado de Morelos.
Sublime general… (se repite)
2 Nueve años se cumplieron
Narra los problemas que tenían los pueblos de Morelos cuando a ellos llegaron las fuerzas de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero. Critica también, por su política de exterminio e incendio de pueblos, a Victoriano Huerta y sus generales Juvencio Robles, Villegas y Cartón. Al parecer el corrido se ubica en el año de 1914.
Letra y música: Elías Domínguez.
Intérpretes: Francisco (Chico) Gutiérrez, primera voz y guitarra sexta; Adolfo Almanza, segundero y guitarra sexta.
Fecha de grabación: 24 de septiembre de 1983.
Nueve años se cumplieron de la Revolución
y la patria querida no hallaba ni que hacer;
toditos los tratados eran una adulación
y para el mexicano sufrir y padecer.
Voy a hablar del gobierno de don Porfirio Díaz
que fue de más conciencia en la persecución,
cuando a los maderistas con furia perseguía,
a los pueblos trataba con consideración.
Cuando a pueblos llegaban fuerzas del señor Díaz
llegando preguntaban pues, por la autoridad
nada más indagaban por la gran rebeldía,
que en los cerros andaban con el fin de peliar.
Mirando don Porfirio que no había de ganar
dispuso el armisticio, la guerra suspendió:
Madero con sus tropas entró a la capital
y ahí quedó el gobierno a su disposición.
Luego ese presidente de México se fue,
para la vieja Europa hizo su embarcación,
dejó a la pobre patria en un cruel padecer,
inundada de sangre, ¡Cielo qué compasión!
Después siguió la guerra con Francisco I. Madero,
en contra de otros jefes que no se querían rendir;
anduvo, bajó con tropas a Cuautla de Morelos,
a ver si en conferencia los hacía convenir.
Pero no sucumbieron Zapata y otros jefes
a las órdenes que traiba don Francisco I. Madero,
y siempre pronunciados se quedaron renuentes,
por todito el estado nombrado de Morelos.
Cuando el señor Naranjo se hizo del poder,
quedando en Cuernavaca de un gran gobernador,
mando a Juvencio Robles el cual se dio a temer
quemando a muchos pueblos con bastante rigor.
Cuando a pueblos llegaban las fuerzas naranjistas
pacíficos huían con el fin de escapar,
a todito el estado nombraban zapatista
y por esa razón lo querían arrasar.
Y se fue el año doce para el plan de Morelos,
no conocía justicia, ni paz ni libertad,
al cielo se quejaban las cuadrillas y pueblos
sólo los naranjistas traían autoridad.
Por fin se le llegó a Francisco I. Madero,
el cual ni pensaba en su trance de agonía,
mil novecientos trece en el mes de febrero,
con Huerta y Mondragón, Blanquel y Félix Díaz.
De luto se vistió la hermosa capital
porque fue muy temible aquella guerra cruel,
y cuando se tomó el palacio principal,
a Madero capturó el general Blanquel.
Entonces terminó el partido maderista
y de la presidencia Huerta se apoderó;
también incendió a pueblos el gobierno huertista,
la historia lo titula por tirano y traidor.
Muchos ruegan por él, si ya se halla en descanso,
según los forzamientos de cómo nos trató.
Allá Luzbel lo tenga, siquiera en fuego manso,
por los crueles incendios y levas que inventó.
Son páginas de sangre, de luto y de tristeza,
que se verá en la historia con mucha admiración;
hablando de tiranos como fue el señor Huerta,
ese Juvencio Robles, Villegas y Cartón.
Los pueblos lo que quieren son buenas garantías,
que se juzgue arreglado el Código legal,
fungiendo bien sus leyes mucho agradecería
respetando el derecho así se hará la paz.
¡Ay si resucitara el señor Benito Juárez
y viera nuestra patria en tan cruel situación!
Sólo él la libraría de toditos los males
y rigieran las leyes de la Constitución.
En fin, patria querida ¿cuándo terminarán
las guerras fraticidas que sufre tu nación?
Ya los pueblos honrados desean tranquilidad,
porque ya están cansados de la Revolución.
3 Recuerdos del general Zapata
Este canto hace un recuerdo de las hazañas de Zapata como luchador y líder de los campesinos morelenses, a los que nunca defraudó buscando puestos políticos.
Asimismo es un lamento por su muerte, ocasionada por los hacendados y las fuerzas opresoras del gobierno. Termina con un pleno reconocimiento a sus virtudes de patriota esforzado, bravo luchador, leal y valiente soldado y gran defensor de la causa campesina.
Autor: Anónimo.
Intérprete: Honorio Abúndez, voz y guitarra.
Fecha de grabación: 19 de enero de 1984.
Con el sentir de mi patria voy a escrebir un renglón,
aunque mi pluma es inepta, carece de ilustración.
Ahora hablaré de Zapata que en Chinameca murió,
muerto por Jesús Guajardo bajo una infame traición.
Murió el caudillo suriano enemigo al español,
cuyo elemento insano que tanto dio al luchador
con el acero en la mano y con supremo valor
gritaba ¡muera el tirano, el déspota y el traidor!
Allá en los montes y valles se oyó el rugir del cañón,
también se escucharon ayes cuando el guerrero rodó
herido por la metralla, envuelto en sangre expiró
por darnos la libertad que el pobre pueblo perdió.
Los que murieron; los que viven son ahoy
los que disfrutan los puestos, sillas de gobernación;
allá en los campos de lucha pocos iban por valor,
ninguno quería obtener puesto de gobernador.
La muerte de ese caudillo diole gusto al español;
Decían: “ha muerto el bandido que tantos males causó.”
Es que estaban ofendidos del elemento opresor,
porque sus fincas Zapata en ruinas se las dejó.
Zapata fue un gran patriota y pelió de corazón,
nunca de sangre una gota derramó por ambición;
sólo que una mala nota la opinión pública dio,
fue la única derrota que el pobre pueblo perdió.
¡Adiós patriota esforzado! ¡adiós bravo luchador!
leal y valiente soldado modelo de gran valor.
Nunca el pueblo mexicano olvidará en su interior
que el general Emiliano fue un grande defensor.
4 El encanto de Zapata
Esta canción muestra el gran cariño y arraigo que la figura de Zapata tiene en el estado de Morelos. Recuerda al caudillo con una gran admiración; narran su encuentro con una linda jovencita de Tepoztlán y su muerte, que mucha gente se niega a aceptar, para convertirlo en una leyenda que recorre el estado.
Letra y música: Félix Trejo.
Intérprete: Félix Trejo, voz y bajo quinto.
Fecha de grabación: 23 de septiembre de 1983.
De este suelo fue el encanto de Zapata,
cuando Emiliano luchaba por una causa
y fue por suerte se encontró una jovencita
de Tepoztlán, pensó llevarla pa’ su casa.
Ay Lucecita tan bonita y aceptada,
de alma sincera, como una blanca azucena.
Zapata, fiel de corazón, ella lo amaba
bajo este cielo de Morelos, sierra indiana.
“¡Ven a mis brazos Lucecita encantadora!
Dijo Zapata al estrecharla entre sus brazos,
le pido al cielo que tú seas joven sincera,
mientras que quieras tú estarás en mi regazo.”
“–Y si i por suerte que el destino nos aparte,
ya ves que el tiempo lo tenemos muy contado,
hagas un recuerdo que te habla un fiel caudillo
hago un recuerdo cuando sepas de mí inerte.”
Disco 2
Cara A
1 Saludo
Letra y música: Epigmenio Pizarro.
Intérpretes: Mauro Vargas, primera voz y bajo quinto; Ignacio Vargas, segundero.
Fecha de grabación: 20 de enero de 1984.
Señores, aunque no tengo
aquel honor de conocerlos,
ante sus plantas yo me presento
como el más inútil servidor.
Señores, aunque no tengo…(se repite)
Mi cuna es una rampa del volcán
adonde tuve mi primer sueño de cantor,
Jumiltepec se llama ese lugar
donde les rindo a mis amigos ovación.
Mi cuna es una rampa del volcán…(se repite)
¡Ay fuentes castalias!
dame a beber sus aguas cristalinas, virginales,
ahora quiero cantarles
aquellos poemas de mi primer salutación.
Personas dignas de aprecio,
quiero se dignen en prestarme su atención,
y así reconocidos,
reconocidos quedamos desde hoy.
¡Ay fuentes castalias!…(se repite)
Personas dignas de aprecio,
quiero se dignen en prestarme su atención,
y así reconocidos,
reconocidos quedamos desde hoy.
Señores, aunque no tengo
aquel honor de conocerlos,
ante sus plantas yo me presento
como el más inútil servidor.
2 Historia de la derrota y muerte del General Luis Cartón, cuando cayó en Chilpancingo en manos del general Ignacio Maya.
El corrido relata la toma de Chilpancingo, en abril de 1914, donde Zapata, acompañado de “Chón” Díaz, Heliodoro Castillo, Ignacio Maya y otros generales, derrota y da muerte al general huertista Luis G. Cartón.
Letra y música: Marciano Silva.
Intérprete: Honorio Abúndez, voz y guitarra sexta.
Fecha de grabación: 19 de enero de 1984.
Noble patriota que en las montañas
fuiste del pueblo la admiración,
cuando escondido entre las cabañas
se oía feroz rugir del cañón.
El hombre idiota de mala saña
que fue el temible Luis G. Cartón,
tirano fue de malas entrañas,
pagaste todo en esta ocasión.
De un pueblo junto la heroica Cuautla,
que distinguía tu falsedad,
cuando salvaje bajaste a Huautla
acostumbrado siempre a quemar.
¡Que viva Huerta, muera Zapata!
decían tus Juanes sin vacilar,
que un pueblo junto, esa es la patria
y con tus armas debe ganar.
Sin duda tú fuiste para Huerta
un hombre raro en esa ocasión;
tuvo razón y noticia cierta
que al sur bajabas sin dilación.
Pero Zapata, que estaba alerta,
mirando siempre al usurpador;
tal vez pensabas que a la revuelta
lo acabarías con tu batallón.
Hubo una junta en San Pablo Hidalgo
de varios jefes en esa vez,
de allí se fueron al Pozo Colorado,
donde en un antes era cuartel.
Estando el jefe y muchos soldados
que se encontraban en esa vez,
de allí se fueron para otro lado
donde en un antes yo explicaré.
En Chilpancingo, según se dice,
los generales se creían rey,
que fue Cartón, Ponciano Benítez
y el conocido Juan Poloney.
Y se creían que eran muy felices
y que soplaban mayor que un fuei
y los pelones esos Benítez, decían:
“¡bandidos, vengan a comer buey!”
Así gritaban los pobres Juanes,
sobre las casas de la suidá
“–¡Rompiendo el fuego todos iguales!”
Cartón gritaba con vanidad.
“–¡Muera Zapata! ¡no crean que gane
porque no tiene capacidad!
¡Que viva Huerta! porque él sí sabe
regir un pueblo y gobernar.“
El general Encarnación Díaz
rumbo a la plaza se dirigió,
mientras Vicario veloz corría
para salir de la población.
Los zapatistas todos decían:
“–¡Alto ahí, quien vive!” sólo se oyó,
y ellos decían “¡Viva Chón Díaz!”
y por engaños así salió.
Ya derrotados los cartonistas
el sitio aquel querían romper,
con sus cañones y dinamitas,
para Acapulco querían correr.
Pero abusados los zapatistas
que se encontraban en esa vez,
ya de antemano estaban listas
todas las tropas a acometer.
Todos corriendo por el camino
haciendo fuego sin descansar,
logró la empresa y el cruel destino
y a los traidores debe esperar.
Cartón tiraba tras del incendio,
se aparapeta en un tecorral;
llegó el instante, y llegó el momento
que los deudores deben pagar.
Ya había pisado según, la raya,
que en esa guerra preso cayó,
quedando en manos de Ignacio Maya
a quien su espada luego entregó.
“–No crea usted jefe que yo me vaya
sólo le pido me haga un favor,
que entierre a mi hijo que en la campaña
hace un momento muerto cayó.”
“–Vaya a enterrarlo –Maya le dijo–,
permiso tiene en esta ocasión,
y luego que dé sepulcro a su hijo,
vamos a hacer su presentación”
Y él al verlo con ojos fijos
luego le dijo “moriré yo;
pobre sepulcro hoy te prodigo,
yo soy tu padre, adiós hijo, adiós.
“Mi general, mi alma está muy grata,
benevolencia siempre esperé,
yo quiero ver al jefe Zapata,
que conocerlo siempre yo ansié.
–”¿Usted es Cartón, el jefe de Cuautla?”
–”Mi general, no lo negaré.”
–”Pues sepa usted que yo soy Zapata
que por los montes buscaba usted.”
–”Mi general quiero me conceda
en el momento mi libertad,
quiero ir al pueblo y hasta que pueda
pedir más armas y aparentar.
–”Luego yo mismo les haré guerra
y con empuje podré ganar,
y cuando sepa que por mí queda
la suidadela y la capital.”
–”Está muy bueno lo que usted dice
que un nuevo plan que usted pensó,
mañana libre lo dejaremos
y ya de acuerdo estaré yo.”
–”Ya me despido, me voy sereno,
muy satisfecho de su razón”;
–”General Díaz, llévelo al pueblo
mañana libre sale Cartón.
Y ya de acuerdo los generales
lo internaron en la prisión
y él les decía: –”si son legales,
quiero que tengan buena intención.”
“No le hacían caso a sus hablales
pues que él mismo les invocó.”
–”Mi centinela, favor de hablale,
dígale al jefe que le hablo yo.”
Rompió la aurora del nuevo día
en que esperaba salir Cartón,
y a sus guardias él les decía:
–”Ya no me tengan en la prisión.”
Si no era cárcel donde exestia,
estaba lejos de la versión,
y los soldados bien que reían
de lo ocurrido en la ocasión.
Llegando un jefe con voz muy fuerte:
–”Salga usted afuera señor Cartón,
vamos marchando rumbo al Oeste
que así lo exige su situación.
Se llegó el punto donde la muerte
ya lo esperaba sin dilación,
así lo exige su infausta suerte
y morirá sin vacilación.
–”Mi general, me dijo Zapata
que se me diera mi libertad,
pues yo he ofrecido que por mi patria
la vida diera, es la verdad.
–”Pues de antemano traigo una carta
que él me ha mandado con brevedad,
de que usted muera y que se cumplan
las duras leyes de autoridad.”
–”Si siempre muero yo ya he cumplido
con los deberes de mi misión.
–”Párese al frente, que hay cinco tiros
para el descanso de su intención.
–”Fórmenle cuadro, vénganse cinco,
preparen armas sin dilación,
¡Vivan las fuerzas de Chilpancingo!
¡Qué muera Huerta! ¡también Cartón!”
Se oyó el descargue de muchas armas
cuando Cartón dejo de exestir,
también Benítez muy de mañana
le había tocado ya sucumbir.
Quinientos hombres en la campaña
se han avanzado todos al fin,
les dieron libre en las montañas
porque a sus tierras se querían ir.
Se vino el jefe para Morelos
a ver las fuerzas de su región,
y a pocos días quedó Guerrero
sin fuerzas de la Federación.
Se vino Olea también de miedo,
de que decían “ahi viene Chón”,
a pocos días quedó Guerrero
sin fuerzas de la Federación.
Ya me despido suidá de Iguala,
Cuautla, Morelos, feliz unión,
digan que viva el Plan de Ayala
y el jefe de la Revolución.
¡Que muera Huerta en mala hora,
y los que fueron de su opinión!
¡Muera Carranza, porque no cumple
con los deberes de la Revolución!
Disco 2
Cara B
Historia de la muerte del gran general Emiliano Zapata
El corrido de don Marciano Silva, que circuló en hojas sueltas (una de cuyas copias reproducimos en esta página), es interpretado por don Mauro Vargas y su hijo Ignacio; la versión actual se apega al texto original salvo leves modificaciones.
Fecha de grabación: 20 de enero de 1984.
BIBLIOGRAFÍA
Barreto Mark, Carlos Los corridos de Marciano Silva, Ed. del Gobierno del Estado de Morelos, México, 1984.
Magaña, Gildardo Emiliano Zapata y el agrarismo en México, Ed. Ruta, México, 1951.
Mendoza, Vicente T. El corrido mexicano, Ed. FCE, México, 1976.
Millon P., Robert Zapata: ideología de un campesino mexicano, Ed. El Caballito, México, 1977.
Palacios, Porfirio Emiliano Zapata (Datos biográficos e históricos), Ed. CEHAM, México, 1982.
Reyes Avilés, Carlos Cartones zapatistas, Ed. del Gobierno del Estado de Morelos, México, 1984.
Ulloa, Berta Historia de la Revolución Mexicana (periodo 1914-1917), Ed. El Colegio de México, México, 1979.
Valverde, Sergio Apuntes de la Revolución y de la política del Estado de Morelos, México, 1933.
Womack, Jr., John Zapata y la Revolución Mexicana, Ed. Siglo XXI, México, 1972.
Portada: Fragmento mural de Diego Rivera en Chapingo
Interiores: Grabados de José Guadalupe Posada
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Lic. Miguel González Avelar
Secretario de Educación Pública
SUBSECRETARÍA DE CULTURA
Antrop. Leonel Durán
Subsecretario
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Dr. Enrique Florescano
Director General
DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS DE MÚSICA Y LITERATURA ORALES
Antropólogo Gabriel Moedano
Coordinación general y asesoría:
Maestra Irene Vázquez, V.
Fonoteca:
René Villanueva
Lista de canciones:
CORRIDOS ZAPATISTAS
DISCO 1
LADO 1
- A1 Saludo 4:15
Intérpretes: Francisco (Chico) Gutiérrez, primera voz y guitarra sexta; Adolfo Almanza, segundero y guitarra sexta.
- A2 La feria de Cuautla 3:45
Intérpretes: Félix Trejo, voz y bajo quinto.
- A3 Un pobre mexicano 5:33
Intérpretes: Francisco (Chico) Gutiérrez, primera voz y guitarra sexta; Adolfo Almanza, segundero y guitarra sexta.
- A4 La Bola de los Presidentes 7:55
Intérpretes: Mauro Vargas, primera voz y bajo quinto; Ignacio Vargas, segundero.
LADO 2
- B1 Soy zapatista del estado de Morelos 2:31
Intérpretes: Mauro Vargas, primera voz y bajo quinto; Ignacio Vargas, segadero.
- B2 Nueve años se cumplieron 10:20
Intérpretes: Francisco (Chico) Gutiérrez, primera voz y guitarra sexta; Adolfo Almanza, segundero y guitarra sexta.
- B3 Recuerdos del general Zapata 4:49
Intérpretes: Honorio Abúndez, voz y guitarra.
- B4 El encanto de Zapata 2:22
Intérpretes: Félix Trejo, voz y bajo quinto.
DISCO 2
LADO 1
- C1 Saludo 2:49
Intérpretes: Mauro Vargas, primera voz y bajo quinto; Ignacio Vargas, segundero.
- C2 Historia de la derrota y muerte del General Luis Cartón, cuando cayó en Chilpancingo en manos del general Ignacio Maya. 17:32
Intérpretes: Honorio Abúndez, voz y guitarra sexta.
LADO 2
- D1 Historia de la muerte del gran general Emiliano Zapata 22:53
Intérpretes: Don Mauro Vargas y su hijo Ignacio
Créditos:
Portada: Fragmento mural de Diego Rivera en Chapingo
Interiores: Grabados de José Guadalupe Posada
SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA
Lic. Miguel González Avelar
Secretario de Educación Pública
SUBSECRETARÍA DE CULTURA
Antrop. Leonel Durán
Subsecretario
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
Dr. Enrique Florescano
Director General
DEPARTAMENTO DE ESTUDIOS DE MÚSICA Y LITERATURA ORALES
Antropólogo Gabriel Moedano
Coordinación general y asesoría:
Maestra Irene Vázquez, V.
Fonoteca:
René Villanueva
Irene Vázquez Valle: Grabador, Editor
Vásquez Manuel: Grabador
María Elena Estrada: Grabador; Grabaciones de campo
Carlos Barreto Mark: Escritor de material adjunto, Investigador; Notas
Victor Acevedo Martínez: Editor
Martín Audelo Chícharo: Editor
Guadalupe Loyola Zárate: Editor
H. Alejandro Castellanos Garrido: Editor, Investigador
Gabriela González Sánchez: Editor; Servicio social
Francisco Javier Méndez De Nova: Editor; Servicio social
Guillermo Pous Navarro
Alfredo Huertero Casarrubias: Illustrator; Illustración de mapa
Guillermo Santana Ramírez: Diseñador
Benjamín Muratalla: Director
Marco Antonio Molina: Revisor; Revisión de poesía popular
Honorio Abúndez: Músico, Cantante; Guitarra sexta
Francisco “Chico” Gutiérrez: Músico, Cantante; Guitarra sexta; Primera voz
Adolfo Almanza: Músico, Cantante; Guitarra sexta; Segundero
Mauro Vargas: Músico, Cantante; Bajo quinto; Primera voz
Félix Trejo: Músico, Cantante; Bajo quinto
Epigmenio Pizarro: Músico
Ignacio Vargas: Cantante; Segundero